sábado, 1 de enero de 2011

El paraiso

Estábamos allí, juntos, corriendo como posesos para salvar nuestras vidas de una encerrona. Pero por lo menos estábamos juntos, era nuestro tiempo, y eso nadie podría cambiarlo. Con las manos llenas corríamos a través de los callejones oscuros, tan suspicaces como un ave rapaz que acecha a su presa. Saltando muros y vallas, corriendo de aquí para allá. Pero eso no tardaría mucho en acabarse y yo lo sabía, ella también pero es que no nos quedaba de otra.

-Ayan, estas bien. Oye responde. Ven sientate aquí.

Las cosas que mis manos oprimían contra mi pecho habían caído como el granizo desde la altura, probocando leves rasguños al suelo. Cada vez me costaba más respirar y llenar mis pulmones de oxígeno, era como si me estuviese hundiendo en una piscina sin fondo, y nadie pudiera ayudarme. Mi boca comenzaba a secarse como las gotas de lluvia ante el sol, y lo poco que me quedaba de aire salia disparado hacia la libertad, en forma de tos.

-Tranquilo calma, no pasa nada. Toma el inhalador.-decía sin perder la calma. Lian, era siempre tan amable, tan serena, ella era mi ángel, mi ángel de la guarda. Era una hermosura en toda regla. Con su pelo rubio ceniza ondeando en su nuca, sus ojos verde esperanza, su piel pálida,fría y suave que parecía tan frágil como la porcelana.- Respira, suspira, respira,suspira... Eso es muy bien.

Era reconfortante el volver a respirar. Y que pasado el ataque ver que ella seguía a mi lado, mirándome con esos preciosos soles.

-Sería mejor que no corrieras más, si siguen dándote estos ataques puede que tu salud empeore.-dijo poniéndose algo triste.

-No me importa.

-Pero a mi si.

Sentí que cada letra de esa frase penetraba en mi como una flecha que va directa a su objetivo, aquella frase fue el empujón que yo necesitaba para estar seguro de que ella nunca me abandonaría. Le cogí de aquellas manos tan frías y temblorosas, con un leve tirón la acerque a mi pecho y la abrace mientras ella soltaba alguna que otra lágrima. Cuando se hubo calmado, puse con suavidad su cara frente a la mía y con una ternura tímida, la bese. En aquel momento yo me encontraba en el quinto cielo, por fin me había atrevido. Hubo un momento en que llegue a pensar que me odiaría por ello, pero ocurrió todo lo contrario, sus labios me correspondieron.

Y es que para mi la búsqueda del paraíso ya había terminado.

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