lunes, 31 de enero de 2011
Creetelo
jueves, 13 de enero de 2011
La presa y el fugitivo
Él llega a pensar que tu eres ese trofeo de oro en paño guardado en la típica vitrina. Solo que esta vez no hay ni vitrina, ni trofeo, solo el recuerdo de algo solido y tangible. La presa lo recordara como un trauma para toda la vida, y el fugitivo como la mejor victoria de su vida. En cualquier caso ¿quien quiere ser la presa? Pues si así es, NADIE quiere serlo.
sábado, 8 de enero de 2011
-Sa_sa_sa_sa_saca_ca_came de_de_de a_a_a_aquí-dijo tartamudeando, con una voz que hubiese dejado de piedra al mismicimo diablo-lo de caminar ya me había sorprendido, pero lo de hablar me había dejado helado-.
Volvió a caer y quedo en estambay de nuevo. Y a mi que me parecía inumano dejarlo allí lo cogí como pude y lo lleve a su mecedora, lo tape con aquella manta color azul para irme a mi casa.
Como imaginarlo
Su perfume, chanel de fresas; su color, azul cielo, su postre; helado de turrón; su deporte; cualquiera que implicara: imaginar, pensar, mojarse, hablar, inventar, escribir y/o escuchar; sus días favoritos son los de invierno; su animal; el gato, su signo, Géminis; su hobbies, la colección de momentos felices...
Como imaginarme que aquella chica al caminar bajo la coreografía de sus pies, desprendería ese atractivo olor a fresas, como imaginar que el aire acariciaría su preciosa melena de color cobrizo, como imaginar que aquellas facciones tan finas fueran como la plata de elegante, como imaginar que sus ojos grises como perlas pero brillantes y despampanantes como los diamantes, serían como un pozo sin fondo, como imaginarme que su piel sería tan fría y pálida como el hielo pero tan suave y delicada como el cristal; como imaginarme que algún día la conocería de verdad.
Emily, su nombre era Emily. Llegamos a conocernos gracias a una pulsera, aun suena ridículo pero gracias a eso supe su verdadero nombre. Ya no era la chica de ojos de gato, ahora era Emily.
La pulsera rodo y rodo hasta caer a sus pies, la chica de los ojos de gato se agacho con mucha clase y con una tierna mirada me la devolvió. Yo que para entonces siempre había deseado verla más de cerca no supe responder a aquella mirada. Su mano fina y delicada estaba extendida agarrando con fuerza aquella pulsera que muy pronto se convertiría en mi posesión mas preciada.
-¿Hola, hay alguien ahí?-dijo con una dulce voz sonriendo y enseñando sus preciosos diamantes. Su mano agarro la mía y, con delicadeza, coloco la pulsera en su lugar de origen.
Mi respuesta, aun no sé muy bien que respond, porque lo único que deje atrás fue la cara de bobo que se me quedo. Al atardecer de ese mismo día, la chica coincidió conmigo en la salida y resulto ser que aunque no me lo esperaba, ese día tenía que irme temprano a casa; coincidimos también en la parada de guagua y allí es donde verdaderamente nos conocimos.
-Estas mejor me imagino.- dijo con una voz tierna y cariñosa, mirándome fijamente a los ojos.
-Eh- yo que pensé que ya me había pillado mirándola, pero en realidad solo tenía curiosidad por conocerme. No pude mantener la mirada, era muy bonita para ser cierto, además me sentía avergonzado y eso.
-Digo que ya te encontraras mejor.
Entonces caí a lo que se refería.
-Es que no me lo esperaba, la verdad- dije ofreciéndole una franca sonrisa, a la que le correspondió otra sincera sonrisa.
-O, casi se me olvida, yo me llamo Emily ¿y tú?
-Noé.
A partir de ahí todo fue más fácil empezábamos a hablar de música, libros, gustos... Y a medida que el tiempo fue pasando, se acercaba la hora de irse y con ella el quinto cielo. Después decidí irme todos los días temprano a casa con ella, cuando pasaron casi cuatro años, estaba más enamorado que nunca; lo malo es que ella no lo sabía o eso pensaba yo. Y aquel día, era el día en que me iba a armar de valor, para decirle lo mucho que la quería y la querré. Pero cuando por fin estuve delante, las palabras no me salieron.
-Emily, yo... esto... quería que... yo... solo quería...
Pero al parecer ella lo comprendió, y en lugar de dejar que me siguiera humillando, se tiro a mis brazos y me beso con delicadeza pero con fuerza. Y al levantarse yo la agarre y la volví a besar, porque yo no quería que ese momento acabara nunca. Por un segundo pensé que todo aquello era un sueño, pero si era así yo no quería despertar.
Como imaginarme que después de aquello duraríamos para siempre, hasta que la muerte hizo una llamada a nuestra puerta y ella pereció por un infarto, antes de que, incluso tuviéramos hijos.
Y ahora yo soy el que le va a poner un punto a esta historia. Poseo el jarrón donde se encuentran las cenizas de mi amada, y estoy al pie de un acantilado, con rocas puntiagudas al final pero con una hermosa vista. ¿Cómo crees que terminara la historia? ¿Qué harías tú en mi lugar?
domingo, 2 de enero de 2011
Contempla las nubes Gael
Contempla las nubes Gael, dentro de poco se convertirán en un mero recuerdo. Puede que estén en libertad, pero su avaricia es la que las corrompe y al mismo tiempo las corroe por dentro. Cuando se enfadan explotan en truenos y relámpagos poniéndose grises como si de un mal augurio se tratase. Y cuando están tristes sueltan lágrimas en forma de gotas, que pueden ser tan frías como una puñalada trapera. Si su tristeza es falsa sus lágrimas caen o bien en forma de nieve o en forma de granizo. Pero cuando están felices se ponen de un rosado amarillento recubriendo el cielo de alegría, que es la que marca el final del día y el comienzo de una maravillosa noche estrellada. Pero tú, mi querido amigo, eres totalmente distinto a ellas, eres como las estrellas, tímidas y arrogantes, difíciles de impresionar, deslumbrantes hasta la medula, de gran confianza y que siempre están ahí para escucharte, pero que cuando desaparecen dejan un espacio en blanco. Y en estos momentos tu ausencia es la que está sentada junto a mí. Sé que a mis palabras se las llevara el viento, pero aun me queda la esperanza de que tú puedas oírlas.
sábado, 1 de enero de 2011
El paraiso
-Ayan, estas bien. Oye responde. Ven sientate aquí.
Las cosas que mis manos oprimían contra mi pecho habían caído como el granizo desde la altura, probocando leves rasguños al suelo. Cada vez me costaba más respirar y llenar mis pulmones de oxígeno, era como si me estuviese hundiendo en una piscina sin fondo, y nadie pudiera ayudarme. Mi boca comenzaba a secarse como las gotas de lluvia ante el sol, y lo poco que me quedaba de aire salia disparado hacia la libertad, en forma de tos.
-Tranquilo calma, no pasa nada. Toma el inhalador.-decía sin perder la calma. Lian, era siempre tan amable, tan serena, ella era mi ángel, mi ángel de la guarda. Era una hermosura en toda regla. Con su pelo rubio ceniza ondeando en su nuca, sus ojos verde esperanza, su piel pálida,fría y suave que parecía tan frágil como la porcelana.- Respira, suspira, respira,suspira... Eso es muy bien.
Era reconfortante el volver a respirar. Y que pasado el ataque ver que ella seguía a mi lado, mirándome con esos preciosos soles.
-Sería mejor que no corrieras más, si siguen dándote estos ataques puede que tu salud empeore.-dijo poniéndose algo triste.
-No me importa.
-Pero a mi si.
Sentí que cada letra de esa frase penetraba en mi como una flecha que va directa a su objetivo, aquella frase fue el empujón que yo necesitaba para estar seguro de que ella nunca me abandonaría. Le cogí de aquellas manos tan frías y temblorosas, con un leve tirón la acerque a mi pecho y la abrace mientras ella soltaba alguna que otra lágrima. Cuando se hubo calmado, puse con suavidad su cara frente a la mía y con una ternura tímida, la bese. En aquel momento yo me encontraba en el quinto cielo, por fin me había atrevido. Hubo un momento en que llegue a pensar que me odiaría por ello, pero ocurrió todo lo contrario, sus labios me correspondieron.
Y es que para mi la búsqueda del paraíso ya había terminado.