Postrada en la cama, tan blanca como como una nube de sabanas blancas, apagandose como una vela al son del tiempo. En la que cada minuto, cada segundo cada... milésima, sus ojos iban perdiendo su brillantez. Para un niño de ocho años, fue como si, no encajara, como si la vida quisiera arrebatármela, ella era mi madre. ¡Mi madre!
No podía irse, no podía dejarme, ella...Lo era todo, era la única que me quería, que me ayudaba, que ... Me protegía. Yo, con el tiempo me fui combirtiendo en un ratero, robando lo que podía, por que, ella, era mi madre, se lo merecía todo, yo, le debía la vida. Al llegar a casa le mentía con que me lo habían dado un par de monjas, o que me lo había encontrado... Pero ella debía de imaginarse, lo que estaba sucediendo, uno no se encuentra comida todos los días. Una noche de verano, dio sus últimos alaridos. Recuerdo que, a pesar de ser verano, fue la noche mas fría de mi vida, mi cuerpo no respondió por un instante; pero lo peor de todo es que, me mantuve en calma, no solté ni una lágrima, ningún llanto, simplemente me levante, le cerré los ojos, y le dije: "Descansa empaz, Maggie"
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