-Mami, me voy con Deam a la casa de la pradera.
-¿Qué pradera?
-Shhh, eso es un secreto.
-Tengan cuidado, no hablen con desconocidos...
-No pasa nada mami, tengo a Deam.
-Aún así cuidado.
-A sus ordenes mi sargento.
Aquel mismo invierno fuimos a la casa de la pradera por tercera vez y por tercera vez vimos a aquel chico de pelo blanco, piel tan pálida o más que la nieve y ojos azul eléctrico. Estábamos en invierno pero él parecía no darse cuenta, porque siempre estaba con ropa de verano y pies descalzos. Yo aun era una niña algo extrovertida y aquel mismo día no pude aguantar el ir a hablar con él. Deam me acompañaba pero nunca le dirigió la palabra.
-Hola.
-Hola.-su voz sonaba algo triste.
-¿Estas triste?
-No.
-Entonces, ¿por qué lloras?¿es por qué tienes frió?
-No.
-¿Por qué te han metido en la lavadora y te has quedado sin color?
Recuerdo que su expresión cambio radicalmente, por un momento pensé que estaba apunto de morirse pero de repente empezó a reírse a grandes carcajadas. Y esta vez lloraba, si, pero de la risa.
-Cuanta imaginación para tan poca cosa.
-A quién llamas tú poca cosa, yo ya tengo ocho años. Ya soy grande, copo de nieve.
-¿Cómo que copo de nieve? No soy un copo de nieve, no soy redondo.
-Pero eres blanco.
-Y tú también.
-Pero tú más.
-No soy un copo de nieve.
-Si.
-No.
-Si.
-No.
-Si.
-No.
-No.
-Si.
-Ves que si eres un copo de nieve, a mi no me la das con queso. Tú eres un copo de nieve caído del cielo.
-Pos vale seré un copo de nieve.
-¿Copo de nieve, quieres ser nuestro amigo?
-Que remedio- dijo encogiendose de hombros.-Pero no me llamo copo de nieve.
-Los copos de nieve siguen siendo copos de nieve, a si que te llamas copo de nieve.
-A si pues ahora te voy a ignorar.
-Pues venga adelante, total los copos de nieve no hablan.-dije dandome la vuelta- Vamos Deam.
Nosotros nos íbamos a seguir jugando con la nieve mientras aquel niño nos miraba riéndose a carcajadas como si disfrutara con solo vernos jugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario